Extracto del artículo publicado en la revista Cuadernos Fronterizos de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (número especial de junio de 2021) bajo licencia de “Creative Commons Reconocimiento-No Comercial-Compartir Igual 4.0 Internacional”. 

La pandemia declarada en marzo de 2020 está dando lugar a una perturbación en las relaciones sociales. Por primera vez en tres décadas, el Índice de Desarrollo Humano experimenta un retroceso global. Aún siendo cierto que el virus de la COVID-19 no distingue entre clase, color o credo, las fórmulas adoptadas para combatirlo sí lo hacen, profundizando las brechas entre sectores privilegiados y vulnerables.

La pandemia resulta en una crisis nueva, con características específicas, junto a un recrudecimiento de las viejas crisis. En este contexto, se manifiesta la tentación muy humana de buscar salidas autoritarias, que se asocian con imaginarios de eficacia y certeza. En el presente texto argumentaremos que la evidencia empírica desacredita las soluciones verticales a la crisis. Por el contrario, esta puede ser una oportunidad para una reconstrucción participativa que, además, disminuya la desafección política. Proponemos hacer frente a las tendencias de involución democrática mediante fórmulas deliberativas con enfoque interseccional, activando procedimientos inclusivos de codecisión. De forma más concreta, aportaremos nuestra experiencia en la entidad social Coglobal, diseñando y evaluando procesos de democracia participativa juvenil con una base de representación aleatoria.

Democracia en retroceso y democracia en construcción

Tras tres décadas de expansión sin precedentes de la democracia representativa, se abre un período nuevo sin signos prometedores. Mientras la democracia se extendía, crecía la desconfianza social en las instituciones y en quienes las gestionaban. Recientemente ha dejado de ser infrecuente que las campañas de partidos intenten conectar con esa desconfianza popular, con candidatos que se autoproclaman no-políticos y hacen gala de desprecio a las reglas del juego institucional. Teniendo en cuenta que históricamente la democracia ha sido la excepción y no la norma, hay motivos para la inquietud. 

El cuestionamiento de las democracias actuales es un fenómeno global y que responde a causas diversas como la debilidad de lo político frente a lo económico, el desafío de la demarcación territorial de las comunidades democráticas o la desconfianza mutua entre administración y administrados (Engelken-Jorge & Cortina Oriol, 2016). Y se sumó la pandemia, y con ella se observa un auge del autoritarismo, legitimado socialmente por el miedo y la incertidumbre. La percepción de impotencia y vulnerabilidad puede conducir a la búsqueda de liderazgos más dominantes (Kakkar & Sivanathan, 2017), aunque sea a costa de una reducción de derechos democráticos. Esto sucede a pesar de que hay evidencias de que las democracias experimentan tasas de impacto menores que los regímenes autoritarios en casos de epidemias. El mundo, y América Latina con él, se encuentra en un escenario de retroceso democrático.

Con todo, la precariedad democrática da lugar a la incorporación de nuevos actores sociales (movimientos sociales y sociedad civil en general) y nuevas escalas geográficas (la irrupción de lo local) en la esfera pública, en lo que aparenta un cambio de cultura política de largo alcance (Engelken-Jorge & Cortina Oriol, 2016). Por otra parte, abre la puerta a la incorporación de innovaciones metodológicas y normativas basadas en la toma de decisiones por participación directa o en el sorteo, que permiten perfilar una contracorriente de redistribución de poder en nuestras sociedades.

Continuar leyendo el artículo completo aquí.

Fortalecer la democracia es una tarea urgente para la que necesitamos sumar fuerzas. Coglobal pone toda su energía en impulsar la transición hacia una democracia más participativa, experimentando con prácticas de participación en busca de fórmulas eficientes y replicables, poniendo el foco en la inclusión de los sectores de población tradicionalmente excluidos de las decisiones políticas. ¡Colabora para hacerlo posible!

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Andrés Falck y Miriam de la Rosa diciembre 12th, 2021

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Gobiernos y agentes sociales locales son quienes se encuentran con la responsabilidad de gestionar respuestas tangibles ante grandes retos de la humanidad como el cambio climático, motivo suficiente para darles cabida en las mesas que deben consensuar las soluciones a estos problemas. En las últimas dos décadas, los territorios subnacionales han conseguido un protagonismo creciente en la esfera pública internacional, articulándose en redes que elevan su voz. Estas redes están sirviendo también para que los agentes locales intercambien conocimientos y buenas prácticas, mediante prácticas de cooperación descentralizada. Pero, ¿qué aspectos son los que definen el buen funcionamiento de una red de cooperación descentralizada?

El peso político de lo local ha crecido notablemente en las primeras décadas del siglo XXI. Un abanico de explicaciones permite comprender esta deriva, la más evidente de las cuáles es el proceso creciente de urbanización del planeta. A día de hoy, el área metropolitana de la ciudad china de Cantón tiene la misma población que España y la de Ciudad de México duplica en número de habitantes a Bélgica. Esta comparación nos permite entender el impacto que pueden tener las dinámicas políticas, sociales o medioambientales en el ámbito local. Por otra parte, mientras las ciudades crecen, los estados-nación, insertados en un proceso complejo de globalización de las reglas de juego, han visto disminuido su poder. La desafección política, tan bien conocida, abre la puerta a que nuevos agentes como los movimientos sociales o las instituciones subnacionales jueguen un papel más relevante.

Los gobiernos locales: más cercanos a la gente

La cercanía de la administración y la influencia de las identidades territoriales son aspectos que permiten que desde el ámbito local se innove en fortalecimiento democrático y cohesión social. En las últimas décadas, los gobiernos locales han tenido más éxito al ensayar fórmulas de ejercer el poder más participativas, inclusivas y plurales. La proximidad a la ciudadanía y sus organizaciones permite el establecimiento de diálogos sociales más eficaces y adaptados a las particularidades del territorio. Los procesos de descentralización administrativa que han avanzado en todo el globo desde el cambio de milenio han sido causa y consecuencia a la vez de estas tendencias.

Foto: Florian Wehde

El desplazamiento de poder político –entendido como capacidad de incidencia y cambio– hacia el ámbito local, no queda, sin embargo, constreñido territorialmente. Las instituciones y organizaciones sociales del ámbito subnacional, se alían en todos los ámbitos para intervenir en las agendas supralocales y globales. En la última década, ciudades y regiones de todo el mundo han sabido mantener estructuras de diálogo permanente que han resultado en aportaciones significativas en grandes consensos internacionales como la Nueva Agenda Urbana elaborada en el marco de Naciones Unidas, o la Agenda 2030 que incorpora de manera explícita a ciudades y asentamientos locales a través del ODS 11.

De lo local a lo global

Que los territorios subnacionales –desde el municipio a la región– forman parte de la agenda internacional, es ya una realidad. Los territorios se articulan en redes que permiten agregar de forma más eficiente lo que tienen en común, en el marco de su diversidad. Hay grandes retos del planeta que se afrontan ineludiblemente en el plano local, como la adaptación y mitigación del cambio climático, la lucha contra la pobreza y la exclusión, la prevención de riesgos derivados de los desastres naturales, el gobierno abierto y la profundización democrática, modelos de consumo locales y sostenibles o la provisión de servicios públicos esenciales. En consecuencia, las voces locales deben estar presentes en las mesas en las que se abordan estas cuestiones.

Las redes que dan encuentro a lo local tienen la fortaleza añadida de que, más allá de aglutinar una agenda política, permiten establecer en su seno relaciones de cooperación entre territorios. Esta cooperación descentralizada tiende a centrarse en la transmisión de herramientas y conocimientos para la gestión local de los grandes retos antes referidos.

La cooperación descentralizada para el desarrollo se refiere a las acciones de colaboración de la sociedad civil y los gobiernos subnacionales en favor del desarrollo humano y sostenible. Implica la incorporación de un mayor número de actores que la cooperación convencional entre países, permitiendo la inserción directa de profesionales, agentes sociales y equipos técnicos y políticos de los territorios involucrados.

La diversidad de actores que supone la cooperación descentralizada, ofrece la posibilidad de contar con una pluralidad de puntos de vista, experiencias y saberes. Dicha pluralidad es un elemento valioso para la construcción de un conocimiento holístico e integrador que favorezca actuaciones más eficientes y cercanas a las necesidades de las poblaciones. No obstante, este potencial de la cooperación descentralizada requiere de un ejercicio de articulación, diálogo, fortalecimiento del trabajo en red y gestión del conocimiento.

Foto: Julien de Salaberry

Cooperación descentralizada en red

Como en todo lo demás, cooperar en red requiere destrezas y prácticas que favorecen la calidad, equidad, eficiencia y transparencia en su gestión. ¿Qué aspectos son los que definen el buen funcionamiento de una red de cooperación descentralizada? Para responder a esta pregunta, entre los años 2017 y 2020, Coglobal ha desarrollado un programa de investigación en colaboración con redes como FAMSI, el Observatorio Internacional de Democracia Participativa, REAS Andalucía, Ciudades por el Comercio Justo, los Encuentros Ibéricos de Democracia y Presupuestos Participativos, entre otros. El estudio, encabezado por su investigador principal Álvaro Blanco, ha contado con el apoyo económico de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

Con el proyecto “Redes de conocimiento y cooperación descentralizada para el desarrollo humano local” se ha querido contribuir a mejorar las condiciones en que se producen los procesos de coordinación y transferencia de conocimientos de los agentes de la cooperación descentralizada en Andalucía, tanto públicos como del tercer sector.

A partir de entrevistas y espacios de encuentro, reflexión e intercambio, se ha logrado sistematizar algunas claves, herramientas y buenas prácticas, que contribuyen al fortalecimiento de las redes existentes en el territorio andaluz y que pueden ser de utilidad también para las redes de otros territorios. Cabe resaltar que el proceso de analizar las redes desde la perspectiva de las propias personas que las integran ha contribuido a su vez a que las redes participantes reflexionen sobre su propio funcionamiento.

¿Qué hemos aprendido?

A partir de este estudio, se identificaron siete claves, para optimizar la comunicación, coordinación y transferencia del conocimiento al interior de una red, así como un análisis transversal de su funcionamiento desde un enfoque de género.

Las 7 claves identificadas son:

  • Relación en red. Referida a las motivaciones que llevan a las entidades a conformar una red, por lo general estas motivaciones se relacionan con la búsqueda de un espacio común, la operatividad de los proyectos o el establecimiento de lazos de confianza con otras entidades. Todo lo cual implica una definición clara de las metas y objetivos de la colaboración.
  • Activación. El funcionamiento de la red requiere de estrategias que mantengan su dinamismo interno como la construcción de principios comunes y el compromiso de las entidades que la componen, contar con una agenda común, etc.
  • Cohesión. Las estrategias que facilitan la cohesión entre los miembros de una red incluyen los encuentros presenciales que favorezcan el establecimiento de lazos de confianza, contar con una figura coordinadora que facilite la interconexión, declaraciones y ejes fundacionales, espacios de trabajo en conjunto y la identidad social.
  • Comunicación. Un elemento clave para el buen funcionamiento de la red pasa por contar con un plan de comunicación y canales adecuados para la comunicación interna y externa.
  • Coordinación y estrategia. La estrategia de la red se basa en adecuar sus objetivos a la realidad concreta en la cual operan, incluye tanto las declaraciones que expresan la voluntad común de las entidades que integran la red, los acuerdos, los programas conjuntos y la coordinación sobre los procesos de cohesión y comunicación.
  • Recursos. Referida a los recursos materiales y de equipos de personas necesarios para el funcionamiento de la red.

Dimensión. Vinculada a la capacidad de extensión y el límite de crecimiento de una red.

La definición de estrategias de relación en red de los gobiernos y agentes sociales subnacionales, es hoy una necesidad difícilmente eludible. Las redes ofrecen el intercambio de conocimientos y buenas prácticas, otorgan capacidad de influir y conciliar con agendas supralocales y permiten la proyección del territorio propio. Las 7 claves expuestas son una herramienta para fortalecer estas estrategias de articulación. Todos estos contenidos se resumen en la guía audiovisual para la gestión de redes, que combina las líneas de análisis anteriormente descritas, con testimonios y experiencias de buenas prácticas.

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Andrés Falck y Marcela Guerrero marzo 8th, 2021

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Nuestro sistema alimentario está estrechamente relacionado con el cambio climático, y ambos con nuestra salud. La forma en que producimos y consumimos lo que comemos puede incluso detonar la aparición de las pandemias, debido a la alteración del equilibrio entre las comunidades humanas y la naturaleza. Que nuestro menú diario se produzca de forma saludable en el lugar en que vivimos, puede ser una de esas pequeñas acciones que generan grandes cambios globales.

Foto: Mário Rui André

¡Vuelve al barrio!

En las últimas semanas ha pasado por los medios de comunicación autoridades políticas de todos los colores destacando que debemos comprar en el comercio local. José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, que declaraba que es una “necesidad imperiosa” que vayamos a comercios de barrio. Poco después, la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, hacía declaraciones públicas similares y animaba a sus convecinos a no comprar en Amazon. Esta posición fue sostenida también por Anne Hidalgo, alcaldesa socialista de París.

Son muestras de una tendencia relacionada con la emergencia sanitaria. La escala de lo local recobra importancia por diversos motivos, de los cuales el más evidente está en las limitaciones extraordinarias a la movilidad. En los últimos meses, la proximidad ha sido una de las claves de las redes de apoyo comunitarias e institucionales que han impulsado repartos de alimentos, ayuda a personas dependientes, prevención de violencia de género en hogares confinados, etc.

Un segundo motivo de este retorno a lo local tiene que ver con la debilidad de la cooperación entre países durante la crisis. Ante un problema indiscutiblemente global, nos hemos encontrado con respuestas de aislamiento político de los estados, el cierre de fronteras y un incremento de disfuncionalidad de las instituciones multilaterales. El alcance sistémico del escenario COVID-19 parece deberse más a la deficiente gobernanza de la pandemia que al patógeno mismo.

Todo ello ha incrementado el protagonismo de las administraciones públicas más cercanas a la población: el problema global ha exigido respuestas locales. Se rescata el viejo eslogan.

Con todo, por lo que vemos, las medidas de las administraciones locales se caracterizan por su carácter paliativo. Las políticas de cobertura sanitaria, protección social, ayudas a sectores económicos y al empleo son altamente demandadas y sin duda esenciales. Junto a estas medidas urgentes, los gestores locales tienen ante sí la oportunidad de repensar las estrategias territoriales de desarrollo, aprendiendo de lo sucedido en este funesto 2020, y alejando la visión de la crisis actual como un episodio puntual. Algo que pasa una vez en la vida, pero esa tesis que parece demostrarse infundada.

La relación sistémica entre alimentación, cambio climático y salud

Mucho se ha hablado este año sobre las estrechas relaciones que hay entre el modelo global de explotación de los recursos naturales, el cambio climático y la aparición de brotes pandémicos. Estos aparecen con cierta frecuencia (cinco en los últimos 20 años), aunque desde el VIH-SIDA ninguno había afectado tanto a los países más desarrollados. Se ha subrayado que la génesis de una pandemia como la del coronavirus no era un acontecimiento imprevisto, al igual que ya se identificado la necesidad de crear una fuerza de choque internacional antipandémica.

Hemos comprobado en primera persona que los pronósticos eran ciertos y el brutal impacto colateral en la economía, el empleo y el bienestar social del virus. La pregunta es: ¿esta experiencia nos llevará a cambiar nuestros hábitos de producción y consumo? Así reflexionaba Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Veamos el caso de los sistemas alimentarios, hoy  altamente industrializados.

Estamos ante cadena de producción-consumo-residuos que está entre las que más inciden en el cambio climático y la degradación del medio ambiente. Así lo afirma la Red de Ciudades por la Agroecología, que destaca el potencial de comunidades y gobiernos locales para cambiar esta lógica con medidas de planificación territorial y participación ciudadana. Esta observación, compartida por la Comisión Europea y concretada en la estrategia De la granja a la mesa del Pacto Verde Europeo, y por Naciones Unidas en la Nueva Agenda Urbana, conduce a la idea de transición entre sistemas alimentarios con un rol protagonista del territorio.

Gráfico tomado de Begoña Rodríguez Pecino (Ayuda en Acción)

Territorios por la transición alimentaria

En 2015, una convención de alcaldes lanza el Pacto de política alimentaria urbana de Milán que plantea un cambio sistémico que, de manera resumida, está orientado a

  1. la promoción de dietas sostenibles y mejora de la nutrición,
  2. asegurar la equidad social y económica en el acceso a la alimentación sana,
  3. promover la producción alimentaria local y ecológicamente sostenible,
  4. mejorar el abastecimiento apostando por cadenas cortas de distribución y comercio local, que reducen las emisiones y los residuos,
  5. limitar los desperdicios de alimentos mediante la sensibilización y la recuperación,
  6. una gobernanza abierta, integradora y participativa con un fuerte enfoque estratégico.

Más de 200 ciudades del mundo son firmantes del Pacto y sus objetivos cobran mayor pertinencia a la luz de la experiencia COVID-19. Este acuerdo es un reflejo más del  interés creciente que han mostrado los gobiernos locales en los hábitos de producción y consumo alimentario –interés que ha crecido durante la crisis. Huertos urbanos y escolares, agricultura ecológica, recuperación del cultivo de especies endógenas, certificaciones de origen, son tendencias en el ámbito de la producción. Mercados de productores ecológicos, valorización del producto de cercanía y temporada, cooperativas de consumidores, son algunas de las preferencias que se observan en el ámbito del consumo.

Los gobiernos locales están cada vez más presentes en este ciclo de la alimentación, cediendo terrenos, promocionando a productores locales, facilitando espacios de venta o apoyando campañas de nutrición saludable. Estas son algunas de las acciones que promueven distintas áreas de los gobiernos locales, que dan respuesta a demandas sectoriales en ámbitos como la educación, la producción, el comercio, la salud o el planeamiento urbano.

Foto Markus Spiske

El contexto permite proponer un objetivo político compartido: dar continuidad de esta tendencia de cambio, reforzándola con visiones estratégicas más sólidas que tiendan a Sistemas Alimentarios Territorializados. Necesitamos conectar a consumidores, productores, distribuidores y autoridades locales, junto con otros agentes, para concretar pasos hacia una alimentación basada en la cercanía, sostenibilidad, inclusión, participación y justicia alimentaria.

La participación ciudadana para un nuevo modelo

Todo cambio en las lógicas de desarrollo tiene ante sí un reto inicial: definir quiénes serán los agentes que lo impulsen y cómo se alcanzan los consensos sociales que lo legitimen. La transición hacia un modelo de alimentación con un fuerte sustento en lo local requiere en primer lugar deconstruir la cultura precedente. Durante décadas se ha considerado a la comida procesada e industrial como paradigma de modernidad. Igualmente hay que afrontar el hecho de que los sectores sociales con menos renta encuentran en los alimentos ultraprocesados un acceso más económico a las calorías diarias.

Mediante procesos participativos e inclusivos podemos abrir paso a nuevos imaginarios en torno a los alimentos que prioricen la salud, la sostenibilidad, la cercanía, la trazabilidad y la estacionalidad. Y buscar los mecanismos para un acceso igualitario a los alimentos con estas características.

Para todo lo anterior, y desde la óptica de los gobiernos locales, se pueden aplicar medidas que impulsen una alianza social extensa por la transición hacia un sistema alimentario territorializado:

  • Dialogar con agentes clave, trenzando las propuestas de cambio con la generación de beneficios para consumidores, productores y distribuidores. Incorporar al diálogo a otros sectores de la comunidad que puedan fortalecer las políticas locales de alimentación: organizaciones de la sociedad civil, investigadores, sanitarios, educadores, servicios sociales, etc.
  • Actuar desde el ejemplo en la institución local, buscando centralidad estratégica y transversalidad operativa para la transición alimentaria. Ofrecer formación a los equipos técnicos implicados, dotar las medidas con los recursos necesarios y aplicar al funcionamiento interno de la institución los mismos criterios que espera fortalecer entre la ciudadanía (política de compras ética y responsable).
  • Implicar a la ciudadanía y al tejido asociativo, mediante la información, la consulta y la participación. Otorgar protagonismo a la comunidad en la sensibilización, capacitación y seguimiento de las medidas tomadas por las instituciones.
  • Integrar a las generaciones más jóvenes en la apuesta por el cambio, dándoles un rol visible en acciones de educación generadas desde el ámbito escolar y dándoles voz en el diálogo político.
  • Evaluar los resultados de las medidas tomadas de forma rigurosa y transparente.

Estos pasos nos pueden acercar a la transición hacia un modelo de alimentación que ofrece salud y solidaridad intergeneracional. Se trata de un reto tan necesario como innovador, cuyo abordaje seguramente dará lugar a errores e imprevistos que habrá que analizar y corregir. Lo que nos jugamos hará que el esfuerzo merezca la pena.

En próximos días Coglobal y el Ayuntamiento de Alcorcón darán inicio al proyecto Comer Local. Este proyecto cuenta con la cofinanciación y la colaboración de la Fundación Daniel y Nina Carasso y tiene por objetivo el establecimiento de mecanismos inclusivos de participación ciudadana para favorecer un sistema local de alimentación saludable y sostenible. Con Comer Local queremos propiciar un contexto favorable para una gobernanza de sistemas de alimentación sostenible a partir de la promoción la participación ciudadana y el diálogo de agentes sociales y económicos, en los cuales se reconozca y fortalezca el rol de la ciudadanía para reorientar los modelos de producción y consumo hacia un sistema más sostenible.

Fortalecer la democracia es una tarea urgente para la que necesitamos sumar fuerzas. Coglobal pone toda su energía en impulsar la transición hacia una democracia más participativa, experimentando con prácticas de participación en busca de fórmulas eficientes y replicables, poniendo el foco en la inclusión de los sectores de población tradicionalmente excluidos de las decisiones políticas. ¡Colabora para hacerlo posible!

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Andrés Falck noviembre 25th, 2020

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Los programas de participación ciudadana local orientados la población más joven, además de ampliar la apertura de los gobiernos a voces tradicionalmente ignoradas, permite ensayar transformaciones en nuestro modelo de convivencia democrática y propiciar relaciones sociales más inclusivas y igualitarias.

Es cada vez más frecuente que gobiernos locales en todo el mundo, pongan en marcha dispositivos de consulta y diálogo con población infantil y juvenil. Son iniciativas que responden al mandato de la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada en 1989 por Naciones Unidas, que dispone en su artículo 12 el derecho de la población menor a ser escuchada por la administración y tenida en cuenta en aquellas cuestiones que les afectan. Es frecuente que los espacios de participación de niñas, niños y adolescentes (NNA) sean diseñados a imagen y semejanza de las estructuras de decisión política del mundo adulto, que pone el peso en los mecanismos de representación del conjunto de población menor por parte de un foro electo, voluntario o designado. Algunos diseños experimentales han puesto el acento en el carácter inclusivo de la participación de NNA –nutriéndose de las propuestas normativas de la democracia participativa– de los cuales se extraen aprendizajes inspiradores que muestran un potencial de cambio en los modelos de convivencia democrática.

La convivencia en un marco democrático inclusivo es uno de los pilares de la construcción de territorios de paz, si esta se entiende desde una óptica no reduccionista a la oposición a los escenarios de violencia. El ejercicio de una ciudadanía que iguala a las personas en sus derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA) se apoya en la capacidad de cualquier integrante de la comunidad de influir en los procesos públicos de toma de decisión. En el caso de NNA, la mera consideración de incorporarles al coro de voces de la gobernanza resulta, por comparación, una acción inclusiva. Más allá de esto, la población NNA tiene la particularidad estar organizada en torno a la actividad escolar (al menos en aquellos territorios de escolarización normalizada y de acceso gratuito), lo que permite experimentar con relativa facilidad con fórmulas de democracia inclusiva, que se apoyan en la participación grupos de composición aleatoria: las aulas escolares. 

Desde 2014, Coglobal ha diseñado, dinamizado y evaluado experiencias de participación institucional con NNA, unos basados en el modelo representativo y otros basados en el modelo inclusivo. Con este último modelo, hemos intervenido en más de 60 municipios de España y Uruguay, con más de 4.000 escolares con edades entre 10 y 14 años. Con el modelo representativo, en seis municipios con una población menor representada de unos 75.000. Entre los aprendizajes extraídos de estas acciones, varias relacionan participación, inclusión y convivencia de forma notable.

En primer lugar, en los modelos de participación por representación se produce de forma natural una (auto) exclusión entre la población menor, al igual que sucede con la adulta. Individuos con un mayor liderazgo entre sus iguales o con mayor prestigio entre el profesorado, son más fácilmente mandatados o estimulados a participar. En los procedimientos en los que se opta por el voluntariado, nos encontramos con dinámicas de autoselección, por los que cada individuo se siente apelado o ajeno a la invitación a participar. En ambos casos, las personas menores más tímidas, menos reconocidas por su entorno o de rasgos menos normativos tendrán menos influencia en la deliberación.

Mediante diseños metodológicos que ciñen la participación a grupos de composición aleatoria (v.g. la clase) y el empleo de dinámicas en el aula que favorezcan rupturas con patrones y jerarquías previamente cementadas, se puede generar una pauta de inclusión democrática. En los estudios hechos en clases que participan en procesos de participación institucional con el enfoque descrito, se han observado modificaciones sustanciales en las relaciones intersujeto del grupo, con incremento de la integración de sujetos periféricos o aislados. Con edades entre 10 y 14 años, resulta sencillo trabajar en la formulación de propuestas propias, el intercambio de ideas y la construcción proyectos comunes. 

Un diseño de la intervención con el grupo escolar orientado a la inclusión y con perspectiva de género puede reducir sensiblemente la fragmentación del grupo que se da por inercia cultural entre niños y niñas, facilitando una deliberación más integradora. Nuestros estudios indican que con antelaciones a los procesos de participación, los varones muestran niveles de empoderamiento psicológico más elevados que los de ellas. La participación política y la capacidad de decisión eleva sustancialmente el empoderamiento de todo el grupo, pero especialmente el de las chicas que se equipara con el de sus compañeros.

Los grupos de NNA que participan en la política local incrementan sus conocimientos sobre la administración y su funcionamiento, se sienten más capaces de cambiar su realidad y confían más en que serán escuchados para poder influir. Se genera así un círculo virtuoso de fortalecimiento del grupo, con mayor integración de sus componentes, que además se acrecienta con el tiempo al implicarle en nuevos procesos deliberativos.

Algunas conclusiones

Como se ha señalado, el hecho de que la administración pública ponga en marcha los procedimientos necesarios para escuchar las voces de la población más joven es siempre un avance en la inclusión democrática. Además, la adopción de diseños metodológicos específicos que se fundamentan en la conformación de grupos aleatorios y dinámicas integradoras con enfoque de género, puede multiplicar el potencial inclusivo de la participación institucional. El hecho de que la población más joven se concentre en instituciones escolares hace que estas metodologías sean mucho más fáciles de aplicar que con la población adulta. 

Los grupos de composición aleatoria que participan de estos procesos generan dinámicas internas inclusivas e igualitarias, incrementan la confianza en su capacidad de intervenir en lo colectivo, todos ellos aspectos que mejoran la convivencia democrática. Estamos ante un proceso de pedagogía ciudadana cuyos resultados son visiblemente mejores que los que comúnmente observamos entre la población adulta, lo que debe llevarnos a profundizar en las reflexiones (desde Tonucci hasta la Nueva Agenda Urbana) que vinculan la calidad de la convivencia, la seguridad y la democracia con el mayor protagonismo de niñas, niños y adolescentes en nuestras sociedades. 

Nota: Este texto se presentó como ponencia en el 3er Foro Mundial de Ciudades y Territorios de Paz auspiciado por la Ciudad de México. Plenaria virtual Juventudes en la construcción de justicia y paz celebrado el 6 de octubre de 2020.

Fortalecer la democracia es una tarea urgente para la que necesitamos sumar fuerzas. Coglobal pone toda su energía en impulsar la transición hacia una democracia más participativa, experimentando con prácticas de participación en busca de fórmulas eficientes y replicables, poniendo el foco en la inclusión de los sectores de población tradicionalmente excluidos de las decisiones políticas. ¡Colabora para hacerlo posible!

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Andrés Falck septiembre 4th, 2020

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